Sonetos cartesianos, prosas poéticas, cosas raras; bocetos sin forma, ni nombre, ni estilo, ni razón; salpicones de pintura, notas que no entran en partituras, dibujos sin formas, garabatos de palabras…

lunes, 23 de julio de 2012

Destino


Destino
Dejó su ropa a una orilla, la sujeto con dos piedras nada preciosas y así desnuda como el atardecer que la mira sin pudor, trepó al árbol. Al principio la suavidad de su piel parecía contrarrestar con la rigidez de las ramas, sus movimientos se hacían lentos, cada movimiento era calculado. Una lógica matemática disminuía las posibilidades de herida, sufrimiento y dolor.
Como si uno pudiera escudarse de los cristales y las espinas, de los espejos rotos. Cómo si no fueran actos que uno domina. Como si la arquitectura del destino no fuera otra de esas religiones truncas que sirve para sentirse feliz como un niño y libre como un pájaro. Como si no fuera como esas vestimentas que poco cubren pero que dan cierta sensación de calo. Arquitectos, ingenieros, albañiles del destino. Como si ese no fuera una ruleta rusa, un dardo tirado por no sé que nadie que te dispara por la espalda, o de frente en un ojo. No avisa, no da tregua, no da opción. Ella no construyó la cuna en la que debería nacer, ni hizo con masas quien serían sus padres. Ella pudo optar entre ponerse la ramera raya o a lunares, entre un libro o un Cd, entre cruzar la calle o seguir caminando, pero no eligió tener esos pies. Quién es el nadie dictador que ordena el caos, quién es tan cruel para darle a uno fortuna y a otro limosnas, para que el viejo esté solo en su cumpleaños, sólo acompañado por los perros menos hambrientos de sueños, rumiantes de las sobras. Quién es el cruel que se la llevó tan chiquita a un cielo del cual descreo. O quién hizo que el enano de la edad de cinco dedos se quedara calvo jugando con el suero que lo sujeta en su cama. ¿Se construye, se hereda, se gana?
Destino, árbol, senderos de ramas atadas a una raíz, firme pero oculta. Ella llegó a la cúspide arronjando hojas como lluvia, ella llegó a lo alto adónde muy pocos se animan, ella no sabe construir ni deja que ese otro haga su obra. Secó sus lágrimas, acarició su sonrisa y se tiró, ahí bien muerta a orillas del árbol de la vida.