Sonetos cartesianos, prosas poéticas, cosas raras; bocetos sin forma, ni nombre, ni estilo, ni razón; salpicones de pintura, notas que no entran en partituras, dibujos sin formas, garabatos de palabras…

martes, 24 de abril de 2012

El hombre, se asomaba a un hueco rectángulo a orillas del umbral que cerca al edén, una especie de muro de barro que lo triplicaba en altura y lo envolvía como sudario en toda su amplitud. Contemplaba como diversas figuras amorfas, contrastaban unas de otras y como con cada diez pestañeos se unían a las demás. Una especie de musa rondaba y  como alfarero con su arcilla, creaba figuras esculturales.
Vio dos piedras unirse a otras y como imanes veloces iban formando una especie de pirámide a la que llamo montaña. Eran cumbres borrascosas que creaban un cordón que imitaba el infinito. Sintió un estupor, una ráfaga gélida lo dejó estático por unos cuantos pestañeos, y se produjo lo que tímidamente llamó creación. El frío congeló las caras de las majestuosas rocas, y con la primera luz del sol, senderos de agua cristalina formaron mares y océanos dejando su muro en medio de una isla.
No faltó mucho tiempo para que aparecieran criaturas pequeñas, medianas; árboles, gusanos, noche, sol. Sentado entre sus piernas bebió de su propio sudor que corría como torrente bendito, comió de manzanas intrusas que se colaban por la ventana, brillantes, sabrosas, y se le dio por reír. Reía de una forma que daba risa, un sonido de pájaro aturdido con león afónico y tigre amanerado. Tomó nota de cada revoloteo, de cada acontecimiento, sin embargo, cuando el último renglón pedía a gritos su firma, dudó. Dudó de si tal majestuosidad fuera o no su obra, dudó de si las palabras que esas hojas amarillas contenían eran las adecuadas. El excesivo cuidado de las no rimas le hizo perder el orden del estilo, demasiado caos desde el principio. Dudó de si lo había inventado o lo leyó. Por las dudas, firmó su libro con un seudónimo, “Dios”.
Me contó que le dio hambre, un dolor en su cuerpo robusto lo incomodaba (daba vueltas como trompo mientras hablaba agitado).  Se vio acostado en su sillón antes de la vigilia,  llegó a imaginar su plan diario de criatura extra en el mundo, de simple escenografía: trabajar, comer, trabajar; en donde el tiempo es espeso y sediento.  Sin embargo, cuando se dispuso a despertar totalmente, vio que el aire era negro, que el suelo se unía con el techo, que era manco, que era mudo.
-¡Basta, respira! No te alarmes, le dije. Te acostumbrarás al resplandor  de la realidad, Ayer naciste y envejeciste, en este hoy infinito no hay tiempo ni memoria, el tiempo desde ahora es un aire muerto.
-  ¡vos sos…! ¿Esto es el cielo o el infierno?
Me reí.

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