La ventana
Ese umbral cristalino, que separa el afuera de mi recinto, es
un lienzo fresco que desdibuja las imágenes en cada pestañeo. Y es así como a
veces, veo todo gris, como un tanguero sin acordeón ni piel de arena
escurriéndose entre los dedos; o todo rojo como fuego satánico, en donde la
manzana muerde la boca que la desea y la serpiente huye de la desnudez del
cuerpo enroscado en su cintura.
Los barrotes se diluyen con mi mirada fija en sus bordes. Los
cobardes meridianos de cenizas huyen colándose en los bolsillos del viento. Veo
todo azul, un frío atónito recorre mis manos, congela mis huellas hasta negarme
el tacto. Los cristales
de zafiro son gorriones que chocan contra la ventana que no puedo abrir y
temblando como como una fina hoja cierro mis ojos de un portazo. Se torna todo
violeta, los racimos muestran su redondez como pecho erguido. Sus figuras llenas
de la carne del vino, del licor exquisito de la embriaguez, de la exuberancia
faraónica, del reino y su dios.
Antes de extasiarme con
el elixir de mis pupilas, dormirme en el pesado sueño de la abundancia y el
corazón satisfecho, de repente, todo se cubre de negro. La oscuridad vuelve pesado
el segundero de mis latidos, el aire se cae y se estanca como fiebre espesa en
el suelo. Busco figuras, pero sólo veo luminiscencias, pequeños hilos de plata
mezclados con rayos celestes. Bailan garabateando cronopios, fantasmagóricas hadas,
caprichos alucinógenos de la sombra. Estrujo mis dedos sobre mis párpados y se
vuelve amarillento, las hojas muestran sus arrugas, su adiós y su próspera
bienvenida a la nada. La muerte no es negra, la muerte es entre noche y alba… y
algo florece y el verde llena mi ventana, lo que era estáticamente acartonado
se vuelve virgen belleza. Verde desde mi cielo hasta el suelo. Llueve, la
pintura rueda como perlas sobre el cristal, como lágrima melancólica, transparente,
limpia como lo efímero, una perfecta pulcritud tenue sin reflejos que muestra
un paisaje tan real que da miedo. Entonces, pestañeando me miro, turbada por la
ausencia del prisma de cristal, recorro
cada intersticio de mi cuerpo, y antes que desfallezca como llama de extinguida
vela, vuelve el encanto, vuelve el ensueño. Contemplo mis alas de pétalos
robados, mi ser sin su crisálida es un arco iris de terciopelo…abro mis alas
puedo volar.
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