El filo de la eternidad
Tenía que morir. Años vivimos
juntas en un barrio de casa bajas y ruidos molestos: los bocinazos, los gritos del
megáfono del achurero, del que cambia batería por huevos, de la doña retando a sus
perros, de los perros burlando a las doñas,
de los niños jugando a gritar. Tanto ruido y yo tan sola me dije un día y le hice
un lugar en casa. (Nunca imaginé que eso
fuera a pasar)
Prendí un cigarrillo ignorando
el cartel que me lo prohibía en la pared del cuartucho con un olor nauseabundo a lavandina. Siempre
necesito esa nicotina entrando en mis
pulmones y repartiéndose en mi cuerpo, ese humo ensortijado que dibuja en el
aire. Ese perfume a algo que sofoque el olor a nada. ¿Sabe qué?. “Le temo a la nada,
a no ver el aire, a no distinguir formas en la oscuridad, al silencio que no formula
nada. Yo se lo decía a ella, se lo repetí inacabablemente oficial.” Pero ella me
miraba y cuando más la necesitaba se mandaba
a cambiar. Apenas me regalaba unos pestañeos , me dejaba sola, con todas mis
dudas existenciales y metódicas, con la mesa servida, con el mate empezado, con
la película en pausa, con las velas encendidas. Ella hacía lo que quería, como si
ese no fuera mi hogar, como si su presencia bastara para rendirle honores. Y sí
de a poco nos empezamos a llevar mal. Ella me era sospechosa, así que comencé a
investigar, a observar sus movimientos. Y si usted la hubiese visto, hubiese hecho
lo mismo. A veces parecía tan serena como
un perro en reposo, la mirada tranquila, y esa complicidad en sus ojos que me hacía
quererla (desde ese día no puedo decir amarla), pero otros, otros días… Sus pupilas
se movían con un frenesí que asustaba, observaba
el techo, el suelo, las esquinas los dibujos del azulejo dibujando rombos y cuadrados con su cabeza. Sentía el latir de su corazón y su respiración
agitada. Disimulaba, pero yo me daba cuenta oficial, de repente se paraba y se iba
sola a donde yo no la viera, muy viva era, muy viva. Yo al principio disimulaba
mi molestia, pero usted sabe que esas cosas al fin y al cabo se hacen notar. Y bueno, sí, no me avergüenza decirlo, la empecé
a espiar. La miraba comer, peinarse, moverse con una naturalidad que enamoraba,
pero en otros momentos me miraba extraña, como no recociéndome, y me irritaba.
Una noche me hice la dormida, apagué la luz que dejo
encendida del televisor, por que le dije que le temo a la oscuridad, no? Bueno,
entonces la vi. Sentada en el piso, dibujando círculos en el aire, abrazando fantasmas. (Que otra cosa puede ser).
Esa mañana nos levantamos juntas, en pleno desayuno, le pregunté que veía. ¿Y sabe
qué? Se hizo la tonta, no me dijo nada, muda estaba. Otro día la pesqué justo, estaba
mirando la ventana como ida, cuando empezó a dibujar con sus ojos una línea
recta hacia la puerta de nuestra habitación. Lo que entró no era un rayo de sol, estaba nublado
oficial, ella veía cosas que yo no. Leía mis propios libros, dormía en mi propia
cama pero su sensibilidad la hacia especial a ella a mi no.
¿Y cómo miraba los espejos? Se pasaba horas contemplando yo creía su imagen
narcisista, pero la mayor parte del tiempo cerraba sus ojos y movía su cabeza como
cuando uno escucha un disco de jazz. Intente
hacer lo mismo, pero sólo vi mis canas y mis arrugas con detenimiento. Y sí me dio
bronca, envidia. Tomé mi anotador busqué
diez forma de quitarle la vida, perfectas formas que no dejarían rastros. Lo pensé
oficial, lo planee. Esa noche tomé mi copa de vino, cerré las puertas, ventana,
escondí las llaves y puse el televisor a todo volumen. Me dirigí a la cama y ya
no estaba, fue cuando lo supe, el espejo se balanceaba como péndulo, ella había
huido al mas allá. Rompí a pedazos ese cristal con mis manos desnudas, el del baño,
el de la pared, el del hospital. La voy a encontrar.
Oficial, otra vez la inyección no, que se vaya ese duende de
blanco. Traiga un espejo, no me pongan esa ropa de locos. Acaso no entiende, no me quise matar,
los gatos no huyen en las noches, se los lleva la eternidad. Voy a romper lo
reflejos con mis manos lo que me quede
de viva, sabe, pero la voy encontrar.