Incertidumbre
Deambulo entre el ocaso y la neblina, me tambaleo en puntas
de pie torciendo los límites de esa anoréxica línea, de ese surco hondo y
profundo disfrazado de superficialidad. Por qué tan fino el destino, por qué perseguir
las huellas enterradas de los que ya fueron y vinieron; de los que ya no
volverán. Por qué continuar el sendero peregrino de transeúntes miopes,
cobardes y exitosos; por qué no caer al precipicio de uno u otro lado sin red mesiánica
protectora. Por qué no buscar camino vírgenes y sembrarlos de con mis miedos,
sueños; llenar el incierto camino de palabras, de rimas volátiles, de cielos color
tierra. Por qué la incertidumbre es pecado, porque es amoral romper la costumbre,
esa paradójica necesidad de ser especial cuando no se hace algo diferente. Dudo
y dudo si seguir con el mandato divino de la civilización, del seguro social,
el estamento que llaman dignidad, o dejarme vivir por mis pensamientos patológicamente
diagnosticados como poéticos y ser mi propio alud, mi remo, mi ola mi faro, mi
brújula, mi brisa, mi estruendo.
“Pero, esto esta mal”, gritan los tormentosos consejeros de
sus propias derrotas; “pero te lo decimos por tu bien”, rezan las bocas
molestas repleta de moscas. Y me tiran de los pelos como si yo fuera un personaje
de sus fábulas frustradas. Por qué esa necesidad de mirar el espejo que da la
espalda, y no el rostro de nuestro reflejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario