Vivo en una esquina de un pueblo que se disfraza de ciudad, un poco gris, llena de polvo y pelusas alérgicas. Calles enanas y pedregosas, acequias frígidas, flores tímidas con ataques de fobia, árboles que mueren sentados, gorriones desafinados, hormigas de huelga y víboras que duermen la siesta. Vecinas que pasean a sus perros mudos mientras ellas ladran, niños que juegan a gritar; carteros en extinción, bicicletas con rueditas sin equilibrio, locas que riegan cuando llueve, hambrientas que comen perdices felices. Creyentes que juegan a la rayuela con la parca. Barriletes impotentes, gatos con más vida que hierba mala, Romeos que se visten de Julieta. Ladrones que piden limosna, ricachones que no paran de robar. Solteronas con apuro, casados con muy lento caminar.
Pero... ¡Ay…Qué suspiro! Cuándo él señor me pasaba a buscar, la esquina se volvía pintoresca, todo parecía una fiesta, una mezcla de bolero y milonga sentimental…
excelente
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