Sonetos cartesianos, prosas poéticas, cosas raras; bocetos sin forma, ni nombre, ni estilo, ni razón; salpicones de pintura, notas que no entran en partituras, dibujos sin formas, garabatos de palabras…

viernes, 28 de octubre de 2011


Las acciones de mis personajes dominan mis comienzos: caminan, corren, vuelan, saltan, sueñan. Pero, ella ha atormentado mi inicio, corrompe con todos mis principios. Ella es un cuchillo clavado en el suelo, inmóvil como el silencio, callada como la quietud, impotente como el ovillo sinfín. Ella no hace nada, su cuerpo es el de un gélido cadáver, el misterio de un témpano estancado en pleno desierto. Sus pies son como dos piedras de cemento, como árboles enraizados en la tierra, como mordazas en el suelo que no pueden gritar. Esta “ella” desespera. Sus cabellos han perdido sus ondulaciones naturales, son sábanas pintadas sobre una espalda inanimada. Estatuita de cera, virgencita de metal. Veo, siento, ya no sé si siento cuando la veo; hay una lágrima, una gota teñida de rímel  contenida en sus amplias pestañas, que como presa en la telaraña no sabe si vivir es caer, o es dar marcha atrás. Clavada como perla trémula con el vértigo latente de la incertidumbre, sólo aguarda. Cualquier mínimo pestañeo y ya algo, por lo menos, daría muestra al precipitarse de existencia. Pero sigue inmóvil como sus ojos, fija como su mirada. No hace nada, no se mueve. Me desesperás. Tus pechos están rígidos, rosas, pero rígidos; tu pubis flameante, saciada, pero con un sutil velo de soledad. ¿Qué te pasa mujer?... Y se rompe el silencio, un estridente eco envuelto en celofán me retuerce el alma. “Se está vistiendo, se va”, me dice, sin pronunciar una palabra. Un estruendo voraz hizo la puerta al cerrarse. Y antes de que pudiera escribir la trama, un final, la gota rebalsó el suelo y un aire nos inmovilizó, pero ahora a las dos en el mismo lugar.

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