Yo también quiero mi altar,
mi escenografía misericordiosa,
la sortija dorada,
el nombre tatuado en tu anular.
El vestido blanco de tus sueños,
el paraíso con quien quieras despertar,
el cuerpo que descansa a tu derecha cada noche,
el que camina a la izquierda en todo lugar.
La mano que sujeta la tuya en un cine o en un bar,
la frente altanera que aplauden las estrellas,
la mesa servida, tu agua y tu pan.
El tedio rutinario, la ropa tendida,
el delantal.
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